Así fue la captura de Jaime Tello Rondón
Así fue la captura de Jaime Tello Rondón
Fuente: EL ESPECTADOR (Ver Noticia Original)
El exdirectivo del Santa Fe cambió de domicilio dos veces buscando evadir la justicia. Su talón de Aquiles, sin embargo, fue su familia. Por ellos nunca salió de Bogotá, ni siquiera del norte de la ciudad.
Dos meses duró prófugo de la justicia Jaime Tello Rondón, el exdirectivo de club deportivo Independiente Santa Fe señalado de ser uno de los cerebros detrás de una red de lavado de activos y contrabando entre 2011 y 2016. Tello Rendón tenía orden de arresto desde el pasado 3 de marzo, día en que fueron capturadas 19 personas como supuestas responsables de esa misma red, que habría defraudado al Estado por más de $380.000 millones. Desde ese día, la Policía Fiscal y Aduanera (Polfa) y la Policía Económica y Financiera desplegaron un equipo de búsqueda para hallarlo.
Uno de los investigadores que participaron en la operación le contó a El Espectadorel despliegue de los organismos de inteligencia para dar con el paradero del empresario de 62 años, quien el pasado viernes aceptó su responsabilidad por los delitos de lavado de activos, concierto para delinquir, enriquecimiento ilícito y contrabando. La génesis de esta historia se dio cuando la Policía recibió 22 de órdenes de captura contra presuntos integrantes de esta organización ilegal. Al final del día, en la lista de los capturados figuraban 19 nombres. Entre los pendientes por arrestar quedaron también Óscar Puentes y Ányela Melo.
El investigador de la Polfa, que por seguridad prefiere omitir su nombre, contó que cuatro semanas antes de la fallida captura de Tello Rondón, la Policía hizo seguimientos en los alrededores de un conjunto residencial en el barrio Colina Campestre del norte de Bogotá, lugar donde residía en ese entonces Tello Rondón con su familia. Sin embargo, para el momento en que un juez avaló su captura, Tello Rondón ya se había esfumado.
El equipo de investigación, comandado por el coronel de la Polfa William Valero, estableció que Tello Rondón, además de no volver a su apartamento, abandonó también su rutina y así lo indicaron las investigaciones de la Policía: dejó de organizar su agenda de trabajo en las mañanas y de llamar a sus contactos nacionales e internacionales a primeras horas del día para planear negocios. Asimismo, las autoridades tampoco lo volvieron a ver en compañía de Óscar Puentes, socio íntimo suyo, con el que habría coordinado varias de sus operaciones ilegales. Puentes y Melo siguen siendo buscados.
De acuerdo con los investigadores, Tello Rondón no tenía “pinta” de ser un criminal; su talante era mas bien tranquilo, ni siquiera cuando les llamaba la atención a sus trabajadores se alteraba. No obstante, los cambios radicales que tuvo que enfrentar después de su decisión de fugarse lo perjudicaron al punto de llegar a mostrar síntomas de claustrofobia, situación que a veces —le contaron también algunas fuentes a la Policía— lo obligaba a salir del encierro en el que vivió las últimas semanas. Asimismo, los quebrantos de salud de su esposa y la intervención quirúrgica de una de sus hijas lo afectaron.
A lo largo de las indagaciones fueron llegando datos, unos verdaderos y otros no. Por ejemplo, una fuente humana le aseguró a la Policía que Tello Rondón había salido del país por Ipiales (Nariño) hacia Ecuador. Semana a semana, la Policía fue corroborando o descartando y al final los investigadores se dieron cuenta de que Tello Rondón seguía en Bogotá. Los trabajos de inteligencia también permitieron determinar que el empresario se había dejado crecer la barba y que había cambiado su modo de vestir. Dejó las corbatas y los trajes y empezó a usar chaquetas deportivas, camisetas y tenis.
En el tiempo en que permaneció prófugo, logró establecer la Policía, Jaime Tello Rondón no estuvo lejos de su casa. Los informantes de la Policía hicieron énfasis en lo afligido que se sentía por la situación en la que se encontraba su familia, razón por la cual no soportaba estar a grandes distancias de ellos. Aun escondido, organizó encuentros familiares, siempre cortos y en cada ocasión con personas distintas.
Fue en la tarde del pasado miércoles 3 de mayo que los organismos de inteligencia recibieron un mensaje de un informante, quien alertó que Tello Rondón se encontraría ese tarde en el conjunto residencial Van Gogh, ubicado en el barrio Gilmar, norte de Bogotá. Ese fue su segundo escondite; el primero fue un hotel. Inmediatamente, un equipo de la Unidad de Comandos en Operaciones Especiales y Antiterrorismo (Copes) se desplazó hasta el lugar y logró capturarlo sobre las 6:06 p.m. Vestía jean, camisa rosada y chaqueta roja.
La captura se dio con una particularidad: según el investigador, apenas Tello Rondón fue detenido, le agradeció a Dios por su captura —su familia, católica, solía hacer grupos de oración por él—. Irónicamente, su primera frase a los policías que lo arrestaron, después de dos meses de fuga, fue que él nunca se había querido esconder. Aseguró, entre otras cosas, que estaba aguardando el mejor momento para salir al público, pues su pretensión siempre ha sido colaborar con la justicia. El viernes pasado cumplió: aceptó cargos en los juzgados de Paloquemao.